La institucionalización mata la corriente de la vida. Comisiones, consejerías, ministerios que controlan lo incontrolable; exámenes, títulos, curriculum como chips implantados bajo tu piel, policías internos; papeleos, burocracias que aturden al ser humano todavía cabal y sencillo y clavan su puñal sobre el ciudadano convirtiéndolo en cadáver, número, súbdito pasivo. Sólo el arte y sus hacedores, los artistas, parecían contrarios a la momificación del hombre y el mundo. Parecían… Miren ustedes, ahora para ser reconocido como un creador, maestro navegante sobre el río de la vida, te exigirán curriculum, cuando no título (a la manera de los nobiliarios), méritos reconocidos y premios otorgados por las autoridades competentes. Antes bastaba con saber navegar. Es tal la incultura y la ignorancia de nuestra época que ya nadie discriminará por sí mismo el valor de tus obras sino según la marca que el amo puso sobre tu piel.
 
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